1.1.Monismo y Dualismo
Desde los orígenes, los hombre se han visto obligados a compaginar la doble dimensión material y espiritual de sus vidas. Y dado su carácter de animal político (Aristóteles), el desarrollo de su existencia en un contexto social ha dado lugar a dos tipos de sociedades, las de tipo religioso y las de tipo político.
Dos son los sistemas en que las relaciones entre organizaciones religiosas y civiles se han organizado a lo largo de los siglos: Monismo y Dualismo.
Denominamos monismo al predominio del poder religioso y político por una única suprema autoridad. Un monarca-pontífice, e incluso en ciertos países y épocas un monarca-dios, o un pontífice-monarca, pueden ser los dos ejemplos más clásicos de esta realidad. En los períodos en que ha predominado el monismo, el ostentador del poder supremo encarna en sí la cabeza rectora de ambas sociedades, la civil y la religiosa.
Denominamos dualismo a la distinción entre sociedad política y religiosa, cada una tiene su propia estructura y normativa y dependen cada una de un supremo poder independiente. En el sistema dualista rige la separación entre Confesiones y Estados teniendo cada uno su autonomía.
El monismo se ha presentado en ocasiones bajo formas radicales como la Teocracia, y con mayor frecuencia, bajo formas de distinción más o menos confusas, a la par que bajo un mayor o menor sometimiento de uno de los sectores al otro. Cuando el Estado predomina sobre la sociedad religiosa estamos ante el Cesaropapismo, si es la sociedad religiosa la predominante estamos ante un Hierocratismo.
Por lo que hace al dualismo, presenta igualmente diferentes variantes. Las relaciones entre ambas pueden ser de desconocimiento mutuo, respeto, colaboración o no colaboración. Entran en juego términos como regalismo, confesionalidad, aconfesionalidad, laicidad, laicismo, libertad, que se utilizan para caracterizar la actitud del Estado en relación con el fenómeno religioso.
El monismo predominó en todo el mundo hasta el siglo XVIII, y el dualismo a partir de entonces.
1.2.Los Imperios teocráticos y el Imperio Romano
En la Edad Antigua predominan las teocracias. Superadas las etapas más primitivas, en la época prerromana se produce una divinización del poder político. El Emperador es una encarnación divina y está autorizado a ejercer la dirección religiosa y temporal de su pueblo.
Grecia es el único que conoce un sistema político no teocrático, la democracia y el modelo de República griega se prolonga en la historia republicana de Roma, anterior a la aparición del Imperio romano.
El imperio romano supuso el fin de la teocracia; su sincretismo religioso le llevó a aceptar como propia la mitología griega junto con otras religiones a medida que se incorporaban por conquista nuevos pueblos a sus fronteras. Solo reaccionó cuando una nueva religión puso en cuestión el culto al Emperador.
1.3.La persecución contra el Cristianismo hasta el Edicto de Milán
La primera persecución, bajo Nerón, pudo ser consecuencia de hechos anecdóticos. Sin embargo, se consolidó la fama de los cristianos como contrarios del culto al Emperador y por tanto al orden político establecido, lo que los convierte en enemigos irreductibles de la sociedad a los que hay que hacer desaparecer. Sin embargo las leyes persecutorias son intermitentes y ocasionales, con periodos de tranquilidad, se les persigue solo si alteran el orden público.
El fracaso de Diocleciano en la persecución al Cristianismo condujo a una inversión de las relaciones entre el Imperio y la Iglesia, que se opera con Constantino y Teodosio.
Interesa resaltar el cambio radical de las relaciones Estado-Iglesia: el paso de la teocracia al cesaropapismo.
Con el Edicto de Milán del año 313, Constantino estableció, por primera vez en la historia, la libertad religiosa en el Imperio.
Teodosio declaró al Cristianismo como la religión oficial del Imperio.
1.4.El Cristianismo, religión oficial del Imperio
En el 380, mediante la constitución imperial Cunctos Populos, el Emperador Teodosio proclamó al Cristianismo religión oficial del Imperio y prohibió el paganismo romano. Concluida la etapa Teocrática de los Imperios antiguos, tomó el relevo el Cesaropapismo, una nueva forma de relaciones Estado-Iglesia, de origen romano-cristiano (Cesares actuando como Papas). Los Emperadores o Monarcas no son ya ni dioses ni hijos de los dioses.
La Iglesia cristiana existe y posee su propia jerarquía distinta y separada de la civil. Pero en la convivencia con el Estado le toca a éste el ejercicio del poder supremo sobre la vida política y en mayor o menor medida sobre la religiosa, a la que controla.
1.5.La formulación del dualismo por Gelasio I
El monismo no es la doctrina de la Iglesia, Jesucristo pronuncia la base doctrinal del dualismo: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Así, Jesús enseña la legitimidad de ambas sociedades, separando el poder político del civil, y el respeto y obediencia a ambos por separado.
Con la declaración de religión oficial por Teodosio, la protección Imperial permitió celebrar los primeros concilios ecuménicos, fue eficaz frente a las primeras Herejías, y ofreció apoyo a Papas y Obispos.
Sin embargo la Iglesia no podía legitimar el Cesaropapismo. Caído el Imperio de Occidente en el 476, quedan separados el Papa (en roma) y el Emperador (en Constantinopla), así en el 494 el Papa Gelasio I formuló oficialmente la doctrina dualista como la propia de la Iglesia.
El Papa dirigió una carta al Emperador Anastasio exponiendo la tesis dualista: “por voluntad de Dios, la sociedad se rige por dos autoridades, la espiritual y la temporal, a las que está encomendado el gobierno de los hombres. La esfera de poder de cada una es diferente, pero no son opuestas ya que proceden de la voluntad divina. Gelasio señala el deber del Emperador romano de seguir las normas religiosas y el deber del Papa de acatar las leyes civiles. Ambas tienen competencias y naturaleza distintas, pero sin oposición entre ellas.
Cuando siglos después se crean los estados Pontificios, los Papas dejan de vivir sumisión política al príncipe temporal, se fundamenta el mutuo deber de respeto.
La doctrina de la Iglesia quedó así marcada para siempre, con sólo explicar las palabras con las que Jesucristo estableció las bases de la convivencia entre las esferas espiritual y temporal. Una doctrina que puede sintetizarse así:
- Dos potestades diferentes para el gobierno del mundo
- Ambas potestades son de origen divino
- Independientes entre sí con sus respectivas competencias
- Ninguna es sumisa de la otra
- Los individuos que ostentan ambos poderes están sometidos a la otra autoridad en cuanto a sus funciones propias
- Es la vida espiritual la que se rige por la potestad del Papa y obispos
- La dignidad de la vida religiosa es superior a la de la temporal, pero no supone sumisión del Emperador