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2.1. La tópica teoría diferenciadora

Según esta teoría, la nación no es un conjunto de habitantes de un país, sino que incluye las generaciones pasadas, presentes y futuras, incluye también la cultura, los sentimientos y sobre todo los intereses colectivos.

Según esta teoría, pueblo equivale al conjunto de habitantes de un país; y por lo tanto, la idea de soberanía popular, exige el sufragio universal y fue sostenida por las democracias emergentes y los movimientos populares del siglo XIX.

2.2. Su insuficiencia

Así expuesta, tal teoría tiene la brillantez de lo elemental y simétrico, pero la falsedad de lo superficial y esquemático. Se trata de una teoría más sugestiva que científica.

Los términos nación y pueblo fueron sinónimos en el siglo XVIII, tanto en los franceses como en los americanos, independientemente de su ideología.

A partir de la Constitución francesa de 1791, es cuando se diferencian ambos conceptos, escribiendo Nación con mayúscula, como concepto jurídico-político; y pueblo siempre con minúscula, como concepto sociológico equivalente al agregado de los franceses. La CE-1812 todavía define la nación en el art. 1 como la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios.

La diferencia no reside, pues, en lo que se apunta, sino en el concepto de ciudadano, en el derecho de ciudadanía. Es decir, no se trata de que la legislación y los pensadores demócratas prefirieran las expresiones de pueblo y soberanía popular, en tanto que los menos demócratas optaran por las de nación y soberanía nacional, sino que unos y otros utilizaron ambas expresiones, pues las dos aluden al conjunto de ciudadanos; pero los primeros entienden por ciudadanos todas las personas, mientras que los segundos restringen su significado a sólo unas pocas, bien por razón de su renta, de su rango, de su cargo o de sus estudios.

El liberalismo conservador se adueño del concepto restringido, mítico y místico de nación y estampo en las Constituciones la expresión de soberanía nacional.

2.3. Restablecimiento de la identidad entre pueblo y nación en el régimen democrático

En la actualidad, cuando el sufragio universal se ha enseñorado de los regímenes demoliberales, sostener esta diferenciación es un desatino, pues equivale a renunciar a unas expresiones nobles y entregárselas a los enemigos de la democracia, que aparecen así como los únicos nacionales y patriotas.

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