En la Edad Media los estamentos representados ante el poder son los que poseen territorialmente el país, o bien los que se encuentran en posición económica privilegiada. Se trata de mandato imperativo, los dueños del territorio se hacían oír directamente o a través de sus portavoces.
El mandante o representado da instrucciones, órdenes, al mandatario, y éste puede ser revocado si la relación entre uno y otro se resentía. El modelo históricamente subsiguiente, el mandato representativo, que busca la independencia del representante, con la prohibición de las instrucciones y de la revocación.